Adiós al mar

Deja, Padre, que me quite las sandalias
y que me hieran los pies estos guijarros, 
que me hieran por última vez.

Deja que suba la marea
para que limpie el polvo del camino,
para que el agua me alcance
y anuncie en el secreto
el signo del amor que dejaré.

¡Que cierre los ojos el paisaje
y recuerde, como yo, el primer día
a la hora de la suave brisa:
cuando callaron las olas
y callaron los cielos
y unas manos dejaron sus redes, 
saciando mi anhelo!

¡Que el viento traiga de nuevo
las palabras que escuchó esta orilla,
y que hable la arena,
silabeando los nombres de tantos
que hoy confunden sus huellas
con las mías!

Deja que me siente, Padre,
y respire esta brisa salobre,
y que aquí, en su escenario primero,
vuelva a cobrar fuerza mi amistad.

¡Adiós al mar digamos, Padre,
adiós al mar que bramó enfurecido
y yo hice callar!

Adiós al mar que sintió mis pisadas
al mar testigo de la fe de mis valientes,
de su fe herida y vendada por tu Amor.

Adiós al mar y a su ausencia de fronteras,
adiós a su silencio azul y negro,
a su callada hondura azul.

¡Adiós, amigo mar! 

Me espera mi camino,
me esperan
mi madero y mi amistad.

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