Las Bienaventuranzas del Peregrino

Después de un peligroso descenso que se convierte abruptamente en una empinada subida, el sendero del Camino de Santiago desemboca en una amplia carretera. Los cientos de peregrinos que llegan a ese punto después de más de 20 kilómetros de caminata en ese día lo hacen jadeando, con la mirada clavada en sus pies, como para obligarlos a seguir moviéndose. Cuando de pronto se detienen antes de pisar la carretera y alzan la vista para tomar una bocanada de aire fresco, es inevitable que en vez de eso lancen una exclamación de sorpresa. 

Del otro lado de la carretera, un puente de pierda, enorme e imponente, atraviesa las aguas azules y caudalosas del río Miño y luego se transforma en unas escaleras que conducen a lo que parece la torre de un castillo medieval. En realidad, esta torre es la entrada a Portomarín, la pequeña ciudad que domina el horizonte desde la perspectiva del peregrino. Entre las verdes colinas gallegas se alza un bosque de casas blancas que rodean a la iglesia de Portomarín, construida en la forma de una fortaleza. Lo único que permite identificar que es una iglesia es el enorme y colorido rosetón de la fachada principal.

En la puerta de la iglesia, está pegada una hoja de papel tan llena de letras que a primera vista uno no tiene ganas de leer. Sin embargo, algún extraño impulso me hizo acercarme a observar más de cerca lo que estaba escrito ahí. Me encontré con uno de los textos más hermosos y profundos que he visto en mi vida: las Bienaventuranzas del Peregrino. Me gustó tanto que le pedí al sacristán de la iglesia una copia. Con una sonrisa en el rostro, se pasó unos cuantos minutos buscándolo entre cientos de hojas repartidas en tres o cuatro carpetas. Cuando por fin lo encontró y me lo dio, le agradecí desde lo más profundo de mi alma. Sonreí también, y me arrodillé unos instantes para agradecerle a Dios el regalo que me había dado. Es verdad que esto no se comprende igual si uno no ha tenido la experiencia del Camino, pero la hermosura y la verdad de estas palabras pueden tocar cualquier corazón.

He aquí lo que decía ese arrugado papel:

"Las Bienaventuranzas del Peregrino"

1.- Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el Camino te abre los ojos a lo que no se ve.

2.- Bienaventurado eres, peregrino, si lo que más te preocupa no es llegar, sino llegar con los otros.

3.- Bienaventurado eres, peregrino, cuando contemplas el Camino y lo descubres lleno de nombres y de amaneceres.

4.- Bienaventurado eres, peregrino, porque has descubierto que el auténtico Camino comienza cuando se acaba.

5.- Bienaventurado eres, peregrino, si tu mochila se va vaciando de cosas y tu corazón no sabe dónde colgar tantas emociones.

6.- Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que un paso atrás para ayudar a otro vale más que cien adelante sin mirar a tu lado.

7.- Bienaventurado eres, peregrino, cuando te faltan palabras para agradecer todo lo que te sorprende en cada recodo del Camino.

8.- Bienaventurado eres, peregrino, si buscas la Verdad y haces de tu Camino una vida y de tu vida un camino en busca de quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

9.- Bienaventurado eres, peregrino, si en el Camino te encuentras contigo mismo y te regalas un tiempo sin prisas para no descuidar la imagen de tu corazón.

10.- Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el Camino tiene mucho de silencio; y el silencio de oración; y la oración de encuentro con tu Padre, que te espera.

Cualquier otra palabra está de más.

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