Oración de los almendros

Bendito seas, Señor, porque atardece
una hora más tarde,
y así iluminas mi corazón orante
tu Sol que va muriendo.

Bendito seas, Señor, por el agua
que vuelve a correr por tus acequias.
¡Porque todo es tuyo, Señor,
todo es tuyo!

Bendito seas porque el agua corre y canta:
es peregrina que te anhela
y procede de Ti
y camina con tu Fuerza.
Bendito seas porque el agua
es “más limpia después de que corre”,
porque corriendo lleva consigo
mis temores, mis pecados de piedra.
Bendito seas por la canción
que me limpia el alma por dentro,
que apacigua mis luchas,
que adormece mis pasiones
y le empapa la cara al niño
que llevo dentro.

Bendito seas, Señor, por el agua
que vuelve a correr por tus acequias.

Bendito seas, Señor, por las flores
primeras, que pintan mi invierno interno
del blanco de tu alegría.
¡Bendito seas, Señor, por estos almendros
amigos, que se aburrieron
de estar desnudos
y se vistieron de luz y nieve
para cantarle a la primavera!
Bendito seas por la vida que prometen,
por el bocado de gloria
que, en mi silencio, Tú me regalas.

Bendito seas por las aves del cielo,
que no siembran y comen,
que no trabajan y cantan,
que nada temen y vuelan.

Bendito seas por la promesa,
por la certeza de que me miras
en este instante
y te sonríes, porque todas las cosas
eran buenas.

Bendito seas, Señor,
porque me parece oír tus pasos
sobre las hojas caídas,
y porque así sé que Tú me amas,
que Tú me amas.

Bendito seas porque contigo el tiempo
no pasa y pasa tan pronto;
porque eres Vida, porque estás vivo;
porque eres Vida, porque estoy vivo.

Comentarios