Amar a fuego lento

"Dios se propone; jamás se impone." Algo así leí hace poco. No recuerdo si fue en "Deus Caritas Est" o en un librito de Mamerto Menapace. Quizá fue que en los dos encontré una idea parecida y por eso se quedó como anclada en mi alma. Y es que así es Dios: invita, no obliga. Susurra, no grita. Acaricia, no aplasta. Alienta, no ahoga. Espera, no apresura. Es sutil y constante; profundo y espontáneo al mismo tiempo.  Libera, no estanca. Allana el camino, no lo atasca. Ensancha el horizonte, jamás lo acota. No diluye la vida...la plenifica. 

El suyo es un amor que se parece al cristalino arroyo que baja de la montaña cantando suavemente, y no al caudal atronador que el hombre se empeña en "hacer productivo" en una represa. Es la suave brisa lo que que encantó a Elías y le trajo la presencia de Dios, no el terremoto, ni el huracán, ni el fuego.

A veces nos parece que Dios se ha quedado mudo. Quizá la verdad es que habla muy bajito, y a nosotros nos cuesta alejarnos del ruido del mundo, apagar nuestras voces y dejar que corran un poco las manecillas del reloj sin que haga falta mirarlas. Me gusta pensar que Dios ama a fuego lento, "sin prisa pero sin pausa" (perdonen el cliché). Atrae poco a poco, calienta el corazón lentamente. Y todos sabemos que lo que se cocina a fuego lento tarda más pero sabe mejor. Y se queda caliente por más tiempo. Dios conquista así porque tiene toda la eternidad para hacerlo, pero también porque nos quiere junto a Él por toda la eternidad. Y porque nos quiere con el corazón ardiendo de amor para siempre.

P.D. Quería agregar que esto encierra una gran lección pedagógica para nuestro amor: al amor humano hay que darle tiempo de que madure. Y, en frase de Laín Entralgo, el amor (él habla en concreto de la amistad) "consiste en dejar que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándolo delicadamente a que sea lo que debe ser." Nosotros también estamos invitados a aprender a amar a fuego lento.

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