Escribo, queridos lectores, más que para ustedes, para mí mismo. Supongo que, de vez en cuando, todo escritor lo hace. Con más razón yo, que soy sólo anhelo de escritor. ¿Será porque es el único modo que tenemos para recordar "l'essentiel"? Debe ser eso, sí.
Conocí a un niño que me recordó al Principito. No porque quería que le dibujara un cordero, ni porque viajó por las estrellas en busca de un amigo, ni porque domesticó un zorro y amaba una rosa. Tampoco porque tuviese el pelo del color del trigo...no. Quizá, simplemente, porque era un niño. Porque lo cautivó la luz verde que se enciende al pulsar un botón de mi reloj. Porque me dejaba jugar con sus dinosaurios, con sus autos, o hacer con él algún dibujo. Porque sonreía cada vez que yo entraba a su habitación cantando "Nessun Dorma". Porque lo escuché llorar hasta quedarse dormido, porque lo escuché reír...porque él era un niño, y me dejaba volver a serlo.
Quizá me "domesticó", como el Principito domesticó al zorro. Y es como si el eco de su voz me dijera: "Je ne te souhaitais point du mal, mais tu as voulu que je t'apprivoise..." Y mi voz, esa voz que es la más mía y que me cuesta dejar salir porque viene de lo más hondo y trae consigo un sollozo, responde: "Bien sûr." "Mais tu vas pleurer!" "Bien sûr." "Alors tu n'y gagnes rien!" "J'y gagne...à cause de la couleur du blé." En mi caso, no es por el color del trigo. Será, quizá, la profunda voz de Bocelli cantando "Vincerò!" la que siempre me hable de él. Es una palabra hermosa para recordar a alguien que ha partido...
Mi alma susurra: "Petit bonhomme, je veux encore t'entendre rire..." Se lo suplica, casi. Y la respuesta del Principito resuena en mi interior: "Tu auras, toi, des étoiles qui savent rire!" ¡Las estrellas reirán con su risa, con la risa de todos los niños que llenan el Cielo de su alegría! Y el Principito sigue hablando, con su voz que es canción: "J'aurai l'air d'être mort et ce ne sera pas vrai..." No será verdad, no, porque está vivo, está vivo..."les grandes personnes" no lo entenderán, probablemente. Pero está vivo, el Principito está vivo, en el lugar donde pertenece realmente.
Sí: al alma le duele. Contemplar ese paisaje de desierto vacío llena el alma de melancolía, de una tristeza que tiene mucho de dulzura. Pero esa estrella es de esperanza: canta y ríe con la voz del Principito, que es la misma de todos los niños, si sabemos mirar y escuchar "avec le coeur..."
Conocí a un niño que me recordó al Principito. No porque quería que le dibujara un cordero, ni porque viajó por las estrellas en busca de un amigo, ni porque domesticó un zorro y amaba una rosa. Tampoco porque tuviese el pelo del color del trigo...no. Quizá, simplemente, porque era un niño. Porque lo cautivó la luz verde que se enciende al pulsar un botón de mi reloj. Porque me dejaba jugar con sus dinosaurios, con sus autos, o hacer con él algún dibujo. Porque sonreía cada vez que yo entraba a su habitación cantando "Nessun Dorma". Porque lo escuché llorar hasta quedarse dormido, porque lo escuché reír...porque él era un niño, y me dejaba volver a serlo.
Quizá me "domesticó", como el Principito domesticó al zorro. Y es como si el eco de su voz me dijera: "Je ne te souhaitais point du mal, mais tu as voulu que je t'apprivoise..." Y mi voz, esa voz que es la más mía y que me cuesta dejar salir porque viene de lo más hondo y trae consigo un sollozo, responde: "Bien sûr." "Mais tu vas pleurer!" "Bien sûr." "Alors tu n'y gagnes rien!" "J'y gagne...à cause de la couleur du blé." En mi caso, no es por el color del trigo. Será, quizá, la profunda voz de Bocelli cantando "Vincerò!" la que siempre me hable de él. Es una palabra hermosa para recordar a alguien que ha partido...
Mi alma susurra: "Petit bonhomme, je veux encore t'entendre rire..." Se lo suplica, casi. Y la respuesta del Principito resuena en mi interior: "Tu auras, toi, des étoiles qui savent rire!" ¡Las estrellas reirán con su risa, con la risa de todos los niños que llenan el Cielo de su alegría! Y el Principito sigue hablando, con su voz que es canción: "J'aurai l'air d'être mort et ce ne sera pas vrai..." No será verdad, no, porque está vivo, está vivo..."les grandes personnes" no lo entenderán, probablemente. Pero está vivo, el Principito está vivo, en el lugar donde pertenece realmente.
Sí: al alma le duele. Contemplar ese paisaje de desierto vacío llena el alma de melancolía, de una tristeza que tiene mucho de dulzura. Pero esa estrella es de esperanza: canta y ríe con la voz del Principito, que es la misma de todos los niños, si sabemos mirar y escuchar "avec le coeur..."
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