Otoño en Mendoza

Nada puede huir de Ti,
que alcanzas los rincones de la tierra
con la dorada luz de un sol irrepetible
que calienta y estremece mis entrañas.

Como vistes con tu brillo
a cada nube,
como arropas la lejana claridad
de las montañas,
así envuelves Tú mi corazón,
como con olas de Misericordia.

Es como si cada milímetro del suelo
conspirara para hacerme recordarte,
como si la creación entera
recuperase los acordes primitivos
que le dieron vida y gloria
en ese instante eterno
que envió tu Espíritu a aletear
sobre las aguas.

Es música, música
que haces llover sobre nosotros,
cuando el viento hace bailar
las hojas de cien tonos
que deja luego descansando
sobre el césped.

Es la hora en la que el mundo
adopta los colores de tu Fuego,
el momento en el que el miedo
se disipa,
y no queda más
que la paz de tu Presencia.

Comentarios