Un Jesuita llamado Francisco

Fue extraño, pero cuando accidentalmente leí que había una votación en el Cónclave a eso de las 11 de la mañana, presentí que algo pasaría (algo ayudó el presentimiento de un amigo de que algo pasaría a las 12...). Por eso no me despegué de Twitter hasta que se anunció la "fumata" blanca a las 12:06 (19:06 de Roma). Después, no me despegué de la tele (porque, gracias a un gesto increíble de Dios, de 13:00 a 14:00 no tenía ninguna clase) hasta que salió al balcón el cardenal Jean-Louis Tauran a decir las palabras que ansiaba escuchar: "Habemus Papam!" Y después, cuando salió el Papa Francisco I al balcón de la Basílica de San Pedro, una sonrisa de sorpresa y un sentimiento inmenso de alegría se apoderó de mí.

La verdad es que nunca había oído hablar del Cardenal Bergoglio. Está claro que eso se debe a mi propia ignorancia...pero a mí me dejó pensando en algo importante. Analistas de todo tipo, gente experta y gente ordinaria, llevaban hablando desde el pasado 11 de febrero de los "papables," de quién era más apto para dirigir la Iglesia en estos momentos, de complots y luchas internas y de mil cosas más. Hasta en las casas de apuestas se inventaban cosas...Escuché profecías absurdas, macabras conspiraciones, opiniones un poco más sensatas que mencionaban a los cardenales más "sobresalientes" de los últimos años...pero en ningún lado escuché el nombre del cardenal Bergoglio. Y de nuevo Dios nos ha dado una lección de humildad, recordándonos no que no podemos pretender que la razón humana entienda los misterios de la Voluntad Divina, y que Él no elige a los perfectos, sino que perfecciona a los que elige.

A menudo me he preguntado a mí mismo cuáles son mis santos preferidos. Obviamente, contestar esta pregunta es complicadísimo, pues hay muchos hombres y mujeres cuyas vidas han sido un testimonio incesante de lo que significa amar a Dios y a los demás. Aún así, dos de mis héroes son San Ignacio de Loyola y San Francisco de Asís. "It is the paradox of history that each generation is converted by the saint who contradicts it the most," escribió G.K. Chesterton (sí, he estado leyendo varios libros de él, y me encantan). Y esos dos santos fueron la contradicción total de su época.

En esa legendaria Edad Media que todos conocemos como un tiempo de caballeros con armaduras relucientes, de reyes sobre magníficos caballos al frente de ejércitos inmensos, de princesas pálidas y frágiles y hermosas, de batallas sangrientas y de cortes lujosas, vivió en una pequeña ciudad de Italia un hombre delgado y sencillo, con un cuerpo que parecía débil pero con un alma enormemente fuerte, con una convicción inquebrantable, para quien su fe no era una teoría sino más bien algo así como un primer amor (Chesterton de nuevo). Fue un hombre que vivió en la pobreza, en el sacrificio, en un ascetismo casi cruel pero que apuntaba siempre al amor. Fue un hombre humilde, sencillo, que tenía como misión "reparar la casa de Dios," que parecía estarse derrumando. Fue un hombre que confiaba en los otros hombres porque sabía que si Dios había muerto por él y por ellos, algo habrían de tener que valiera la pena salvar. Y no sé si fue San Francisco de Asís quien inspiró a nuestro nuevo Papa para elegir ese nombre, pero, pensando en todo esto, me atrevería a decir que sí.

San Ignacio era un hombre diferente. Había sido soldado en el ejército de la España más esplendorosa y poderosa de la historia. Tenía una mente militar. Cuando fundó la Compañía, fue como un general que adiestraba a sus hombres, y luego iba identificando los lugares en los que la batalla era más dura y los mandaba a luchar. Yo no sé, pero probablemente mi lema, el lema del blog ("Militia est vita hominis super terram"), también era una de las frases favoritas de San Ignacio. Su congregación fue vital para la Contrarreforma, en la que no se le añadió absolutamente nada a la religión católica, sino que simplemente se demostró que esta fe, vivida con completo apego a las enseñanzas de Jesús en el pensar y en el actuar, era una fe para todos los tiempos.

Y quizá nuestra Iglesia, o mejor dicho, quizá el mundo de hoy necesita a un hombre que sea San Francisco y San Ignacio. Necesita a un hombre que le recuerde que la vida es simple, que la fe y el amor son simples. A un hombre que predique con el ejemplo la humildad y la pobreza (muchos hablan de las riquezas del Papa y de la Iglesia, y aunque ya dedicaré alguna entrada del blog a hablar sobre eso, quizá el Papa Francisco nos haga a todos ver esta situación de una manera muy distinta. Ese pequeño detalle que tuvo de pedir la bendición de los fieles antes de dar él su bendición dice mucho, creo yo). A un hombre que tenga una sonrisa sincera y cariñosa, una voz fuerte y dulce, severa pero tierna. A un hombre con una mirada bondadosa pero poderosa. A un hombre que viva la lucha en cada instante de su vida, y que guíe al ejército de todos los que amamos a Dios en nuestra lucha por ser congruentes y valientes en una sociedad que nos alienta a lo contrario; que guíe a este ejército en la lucha contra el mal, contra la injusticia. A un hombre que defienda la Verdad de Cristo y de su Iglesia, y que demuestre que la Iglesia no tiene que adaptarse al mundo, sino que tenemos que hacer que el mundo se adapte al amor de Dios. Claro, algunas reformas seguro que serán necesarias, porque es verdad que el mundo cambia y que hay que encontrar la mejor manera de que la sociedad actual comprenda el Amor y la Fe, y que estando la Iglesia formada por hombres imperfectos, hay cosas en las que es absoutamente necesario cambiar y mejorar. Pero la esencia del mensaje de Jesús no se alterará en absoluto.

Le doy gracias a Dios por el pontificado de Benedicto XVI, y por darnos ahora a Francisco I. Estoy seguro de que Dios le dará al Papa la fuerza y la luz para guiar a la gran familia que es la Iglesia en esta nueva etapa. Rezo para que, bajo su cayado, todos los católicos del mundo nos unamos más que nunca y prediquemos con alegría y valentía el mensaje de amor de Jesús, y éste pueda llegar a todos los rincones de la tierra. Lo lograremos...porque, al fin y al cabo, "Non praevalebunt."

Comentarios

  1. Enserio me encanta, encanta, como escribes

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  2. Dios no se equivoca al darnos este tipo de lecciones con personas como tú. La humildad el repeto y la valentia de decir las cosas como son. Gracias.

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  3. Muchas gracias por compartir, falta informarnos con opiniones acertadas y prudentes como la que haces.

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