De entre la niebla de tu amanecer
surgieron los ecos de tus prodigios.
El sol naciente de tu primer día
bendijo a tus ojos
con su luz,
y las nubes que viajaban
por el cielo esa mañana
le prestaron su color
a tu rostro.
La oscuridad de esa noche
que te abrazó por vez primera
tiñó de negro
tu cabello.
Te envolvió el secreto
de la lejanía.
Te protegió y fue puliendo
la belleza de tu cuerpo
y la grandeza de tu alma.
Tu corazón creció
como una flor entre espinas,
heróico y valiente y delicado,
y escondido para mí.
Y ahora,
los años se han aliado
con el viento
y, junto con la brisa azul de un mar
y la nieve perenne de los montes,
poco a poco han disipado mi angustia
al romper
el silencio eterno de la tierra
y traer
tu nombre a mis oídos.
Y en un día
de un hermoso atardecer
me dijiste que me quieres.
Y ahogaste las dudas,
y de la mano le anunciamos al mundo
con voz solemne
que tú y yo podemos contra él.
Derrotamos lo imposible
y vencimos la distancia,
y el camino largo
que se extiende ante nosotros
lo caminaremos juntos.
Y ahora,
los años se han aliado
con el viento
y le llevan
mi canción a tus oídos,
y les llevan mi promesa
y mi sonrisa.
Y te llevan, amor mío,
mi alma de poeta enamorado
que entera
te quiere.
Y te llevan, amor mío,
mi corazón de niño ilusionado
que para siempre
te pertenece.
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