Ser Poeta

Ser poeta es escuchar el susurro
de las Musas en el aire.
Es oler en el aire al mar, al mar y al bosque,
y dejar que las mareas mezan el corazón.
Ser poeta es absorber la primavera
con los ojos.
Es ver en ellos al mar, al mar y al bosque
y a la tierra y al sol;
es penetrar en la negrura de una pupila
para ver de pronto el fulgor de un alma.
Ser poeta es sentarse en la arena
para que las olas besen los pies.
Es mirar un horizonte azul,
un horizonte infinito;
es sentir que la brisa se filtra
por los rincones del cuerpo
para dibujarnos curvas en la cara:
curvas de alegría, curvas de sabiduría.
Ser poeta es cantar al compás de un pájaro,
ponerle un nombre nuevo a las notas
e inventarse un ritmo que conmueva hasta a las piedras.
Es tomar un atardecer entre las manos
y acompañar, paso a paso,
a esa enorme flama que dormirá entre las montañas.


Ser poeta es llorarle a la luna,
que vive sola en una azul oscuridad
y que con miedo se va cada mes
a buscar un amante en el firmamento.
Es recoger las lágrimas del cielo,
dejarse acariciar por esas perlas
que mojan el cuerpo.
Es dejar que resbalen también por las mejillas
las gotas de tristeza y de ternura,
que bailen siguiendo aquel mismo camino
las que son de alegría y de esperanza.
Ser poeta es dormir en la nieve
del invierno.
Es despertarse blanco, despertarse frío,
despertarse de un sueño para vivir uno nuevo.
Es ver la danza de los árboles
sin hojas,
de las hojas sin árbol
que el viento arrastra por el mundo.
Ser poeta es estirar el brazo
hasta las estrellas,
para crear con ellas un destino,
para protegerse con ellas de lo incierto.


Ser poeta es tomar la pluma
y trazar versos en papeles sin color.
Es hacer que crezca en ellos
el césped y la flor,
y que nazca de la tinta
un mundo nuevo.
Ser poeta es jugar con las letras
a placer.
Es crear emociones inéditas,
rimas imposibles, y un sinfín de historias;
es poner las piezas de un mosaico
en un suelo
que se extiende hasta el horizonte.
Ser poeta es dar a luz
a una rima,
y destruirla y luego verla renacer.
Es trazar caminos en la mente
y recorrerlos, conociendo su origen
pero nunca su fin.
Ser poeta es pasar horas de vacío,
segundos de inspiración.
Es atrapar a ese soplo divino
y transformarlo en palabras.


Ser poeta es lograr que la vida
sea arte.
Es saber que pocas palabras dicen más
si se ha de hablar de lo Eterno.
Ser poeta es sonreírle al amigo,
luchar con él
hombro con hombro y sin descanso;
compartir sueños, derrotas, victorias.
Es guardar recuerdos
en un baúl encerrado en el alma
para encontrar en ellos fuerza
en la tormenta.
Ser poeta es enamorarse,
es amar.
Es consagrarle a ella la vida,
la palabra y el hacer;
componerle a diario un himno
de palabras delicadas.
Ser poeta es sonreír
y alumbrar al mundo.
Es llevar sobre los hombros
el peso de la humanidad, ¡y escribir
para mantenerla viva!


Ser poeta es morir
mil veces.
Morir en silencio, en el olvido;
morir ensangrentado, con el cuerpo cubierto
de heridas profundas,
con un puñal clavado en el pecho.
Es ver la muerte
y poder cantarle a la vida.
Ser poeta es cosa de un día,
de un día interminable.
Es ver todo, y todo el tiempo,
con ojos de un sol naciente,
de un sol efímero,
de un sol eterno.


Ser poeta es ser feliz,
feliz por siempre.
Es reconocer la grandeza del detalle
y la intensidad de la rutina.
Es tomar al caído de la mano
y elevarlo hasta el cielo.
Ser poeta es llorar, es reír, es mirar y es escuchar,
¡es amar!
Es cerrar los ojos, y abrirlos,
y cerrarlos para siempre.
Ser poeta es ser amante de vivir.

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