A veces, me da miedo
verme solo frente al mundo.
Cae la noche.
Me envuelve en su soledad
y me cubre con un manto oscuro.
Y es una noche sin luna
y sin estrellas.
Y es una noche sin sueños,
sin palabras, sin suspiros;
una noche que se expande
frente a mis ojos,
que dilata mis pupilas,
que se esconde en los rincones
acechándome.
Soy su presa, presa muda porque el miedo
me ha arrebatado la voz
y la incertidumbre
ma ha paralizados los pulmones.
¡Y es que no es sólo su negrura
quien me ataca!
La noche nunca viaja sola.
La noche viene siempre acompañada
por el temor,
por los espectros de un pasado
que queremos forzarnos a olvidar
y por los fantasmas de un futuro
que no queremos imaginar.
Proyectan sus sombras
en mis paredes, me rodean.
No hablo, no.
Pero las lágrimas se me escapan,
los temblores me sacuden
y un peso invisible e infinito
me oprime el pecho,
me destruye el alma.
Sigo mudo, pero la macabra
danza continúa frente a mí.
Conjeturas y locuras,
desvaríos que son sólo míos
y demencias que perforan mi razón:
desfilan todos con parsimonia, haciéndome sufrir,
clavándome
el helado filo
de un puñal
poco a poco
en un corazón
que quiere dejar
de latir.
Y por encima de mis infinitas torturas
una imagen sobresale.
Soy yo, y
me veo solo frente al mundo.
¡Dios! Yo me creía superior,
invencible,
inmune a las decepciones
de una vida que me inventé perfecta.
Quizá ella lo sea,
pero yo no lo soy.
Mis errores me atormentan,
mis locuras me persiguen.
Y, ¿quién puede rescatarme
del naufragio
cuando ya la tormenta me ha llevado
mar adentro, lejos de tierra firme?
¿Quién escuchará mi súplica
cuando el mar
ahoga mis gritos
y el viento me arrebata el aliento?
¿Cómo creer en el hombre
que es traicionero,
que te acuchilla
por la espalda
y bebe tu sangre con placer?
¡Que me responda
mi propia locura!
Sólo ella lo hará,
porque al dudar de quienes se alzan
severos a mi alrededor,
severos y con ojos de ternura,
he firmado yo mi exilio,
me he forzado al abandono.
El traidor he sido yo
al verme solo frente al mundo.
Y es que la noche nunca viaja sola,
pues viene siempre acompañada
de un recuerdo,
de un abrazo, del calor
de una mirada,
de una esperanza que me salva
de la zozobra.
Siempre hay luna,
y las estrellas que juegan a esconderse,
disfrazándose de negro,
llevan pintado en la cara
sus nombres.
verme solo frente al mundo.
Cae la noche.
Me envuelve en su soledad
y me cubre con un manto oscuro.
Y es una noche sin luna
y sin estrellas.
Y es una noche sin sueños,
sin palabras, sin suspiros;
una noche que se expande
frente a mis ojos,
que dilata mis pupilas,
que se esconde en los rincones
acechándome.
Soy su presa, presa muda porque el miedo
me ha arrebatado la voz
y la incertidumbre
ma ha paralizados los pulmones.
¡Y es que no es sólo su negrura
quien me ataca!
La noche nunca viaja sola.
La noche viene siempre acompañada
por el temor,
por los espectros de un pasado
que queremos forzarnos a olvidar
y por los fantasmas de un futuro
que no queremos imaginar.
Proyectan sus sombras
en mis paredes, me rodean.
No hablo, no.
Pero las lágrimas se me escapan,
los temblores me sacuden
y un peso invisible e infinito
me oprime el pecho,
me destruye el alma.
Sigo mudo, pero la macabra
danza continúa frente a mí.
Conjeturas y locuras,
desvaríos que son sólo míos
y demencias que perforan mi razón:
desfilan todos con parsimonia, haciéndome sufrir,
clavándome
el helado filo
de un puñal
poco a poco
en un corazón
que quiere dejar
de latir.
Y por encima de mis infinitas torturas
una imagen sobresale.
Soy yo, y
me veo solo frente al mundo.
¡Dios! Yo me creía superior,
invencible,
inmune a las decepciones
de una vida que me inventé perfecta.
Quizá ella lo sea,
pero yo no lo soy.
Mis errores me atormentan,
mis locuras me persiguen.
Y, ¿quién puede rescatarme
del naufragio
cuando ya la tormenta me ha llevado
mar adentro, lejos de tierra firme?
¿Quién escuchará mi súplica
cuando el mar
ahoga mis gritos
y el viento me arrebata el aliento?
¿Cómo creer en el hombre
que es traicionero,
que te acuchilla
por la espalda
y bebe tu sangre con placer?
¡Que me responda
mi propia locura!
Sólo ella lo hará,
porque al dudar de quienes se alzan
severos a mi alrededor,
severos y con ojos de ternura,
he firmado yo mi exilio,
me he forzado al abandono.
El traidor he sido yo
al verme solo frente al mundo.
Y es que la noche nunca viaja sola,
pues viene siempre acompañada
de un recuerdo,
de un abrazo, del calor
de una mirada,
de una esperanza que me salva
de la zozobra.
Siempre hay luna,
y las estrellas que juegan a esconderse,
disfrazándose de negro,
llevan pintado en la cara
sus nombres.
Me has hecho vibrar y estremecerme con este poema. Me ha recordado esos momentos de soledad que sobrevienen a la noche, cuando el mundo se calla y sólo puedes oírte a ti mismo.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por el blog!
Increíble. Sublime. He recordado tantas noches de dolor, de lágrimas solitarias y sollozos silenciosos... Aún recorren escalofrios por mi espalda. Más que bueno, de verdad.
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