¡La vida es digna de vivirse!

El pasado martes cumplí 17 años. Diecisiete: una cifra...¿grande? ¿Absurdamente pequeña? ¿Ambas? Sí, posiblemente, tener diecisiete años es tener ya muchos años pero es también tener muy pocos. Muchos, porque no todo el mundo alcanza los 17. Soy privilegiado por eso. Muchos, porque llevo ya sobre mis espaldas una buena carga de sentimientos, de pensamientos, de sonrisas, de lágrimas...de bofetadas de la vida. Muchos, porque he visto cosas que (dejando a un lado toda soberbia) mucha gente no ve en toda la vida. Muchos, porque he amado y he sido amado. Muchos, porque aún con mis limitaciones, he podido comprender que la vida es digna de vivirse. Muchos, porque he podido experimentar el éxtasis de esa felicidad que se puede alcanzar en el mundo pero no con cosas del mundo. Muchos, porque mis 17 años han sido vividos en plenitud.ocos, porque aún me falta mucha experiencia para comprender las cosas más complicadas del mundo y de la vida. Pocos, sin embargo, porque sigo siendo el niño que llora cuando no entiende lo que pasa a su alrededor, el niño que colma la paciencia de los que lo rodean, el niño que comete mil errores sin querer. Pocos, porque el amor que he dado hasta ahora no se compara en nada con el que he recibido. Pocos, porque sé que todavía me faltan sonrisas y lágrimas, porque están por venir más sentimientos, más pensamientos, y más vida (con todas las bofetadas bien merecidas que eso implica).


En un cumpleaños, creo yo, hay que decirle a la vida y a los que nos rodean tres cosas muy sencillas. En primer lugar, un "Gracias". Gracias a Dios que me dio la vida y que me ha sostenido en ella paso a paso, llevándome de la mano, levantándome, amándome, y porque me ha dado a todos los que amo. Gracias a mis papás porque me han enseñado lo más básico para poder sobrevivir en este mundo y también lo más trascendental para vivir en el otro, en el eterno. Gracias a mis hermanos porque a pesar de mis idioteces, siempre me han sonreído y han caminado junto a mí. Y al resto de la familia por lo mismo, claro está. Gracias a mis amigos, porque codo con codo he luchado con ellos y he llegado a ser quien soy. Gracias a todos y por todo.


En segundo lugar, un "Perdón". Perdón a Dios por haberle ofendido tantas veces y con tanta ignorancia, con tanta indiferencia, con mi pereza y con mi estupidez. Perdón a mis papás por haberles faltado el respeto, por haber creído que yo puedo sin ellos seguir adelante; y a mis hermanos por mis absurdos enojos. Perdón a mis amigos por si alguna vez les he fallado, por si he sido débil, ¡por si los he lastimado también con mi omnipresente estupidez! Perdón a todos, porque a veces he querido erigirme en "termómetro del prójimo" (como escribe José Luis Martín Vigil) y sé que eso es un error. Perdón a todos y por todo.


Por último (y quizá lo más importante), un "Te quiero". Te quiero, Dios, porque a pesar de todo sé que Tú eres mi única verdad, mi única alegría...porque Tú nunca fallas, porque Tú nunca te olvidas y porque Tú siempre amas. Los quiero, papás, porque son mi primer ejemplo a seguir y mis más fieles consejeros. Los quiero, hermanos, porque han sabido aguantarme y quererme también. Los quiero, amigos, porque ustedes han estado allí, porque no se han rendido y me han acompañado hasta aquí. Los quiero a todos.


Ahora yace ante mí un camino. Detrás, un pasado que he forjado con las decisiones que he tomado; un pasado que quiero y que llevo sobre mí. Pero es pasado, después de todo. El camino que tengo ante mí es totalmente nuevo, totalmente incierto. Bueno, hay algo cierto: no será fácil. Será lucha. Lo sé, pero, el camino... ¿que me tiene preparado? ¿Será largo o corto? ¿Riqueza, pobreza? ¿Salud, enfermedad? ¿Soledad, compañía? No importa, en realidad. Sé que tendrá sus sorpresas, pero, al final, soy yo el que lleva el timón, soy yo quien elegirá el puerto en el que dejaré caer de nuevo las anclas. Mis decisiones, tomadas siempre de cara a Dios, me llevarán a ser lo que tenga que ser. Seré feliz, eso no lo dudo tampoco. Depende totalmente de mí. La clave está en el Amor (con todo lo que implica). Zarpo, pues, con una certeza: ¡la vida es digna de vivirse!



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