La vida es un caleidoscopio de oportunidades, un ramillete de mil posibilidades distintas, un laberinto de decisiones que poco a poco van esculpiendo la esencia de la persona que somos. Es un barco en altamar que puede llegar a muchos puertos, pero sólo el saber adueñarse del timón y hacer realidad nuestros proyectos de vida puede llevarnos al puerto que guarda nuestra felicidad y nuestra plenitud.
Cada uno posee la libertad de hacerse cargo de sí mismo, de dirigir sus esfuerzos a sortear las dificultades y a lograr objetivos concretos. Y sin embargo, adherido casi a la belleza infinita de nuestra libertad, existe un riesgo: el de abandonar la existencia a impulsos, a instintos; el de dejar la vida a merced de los acontecimientos, de los vientos que sacuden nuestro ser; el de convertirse en un expectador pasivo de la propia historia. La vida es una toma de decisiones continua, y la más grande que se puede tomar, es la de amar en plenitud. Si se ama, se es libre y se es feliz en cualquier instante. Dejo, para recordar esta realidad, este eco del hermosísimo poema de William Ernest Henley.
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be,
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance,
I have winced but not cried aloud.
Under the bludgeonings of chance,
My head is bloodied but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears,
Looms but the horror of the shade.
And yet the menace of the years,
Finds, and shall find me, unafraid
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate,
I am the captain of my soul.
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Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses, si existen,
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
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