Non nobis...

Cuentan que durante las Cruzadas, los caballeros Templarios, antes de lanzarse a cualquier combate, exclamaban con ímpetu una especie de arenga, grito de guerra, o simplemente frase inspiradora: "Non nobis, non nobis, Domine, sed nomini tuo da gloriam." La frase está en latín, y quiere decir algo así como "No nos des gloria a nostros, Señor; no a nosotros sino a tu nombre".


Puede que al principio no haya una relación clara entre eso y lo que sigue, pero si siguen leyendo hasta el final creo que sí la hallarán. Hace algunos días me puse a pensar en una cosa acerca de mí que no me gustó, y que sinceramente, me preocupó. Siempre he sido una persona que no puede estarse quieta, y que casi me busco actividades a propósito para no pasarme una tarde en calma. Por ejemplo, hace un mes, como si no bastaran las siete horas de escuela que tengo y las dos otras que paso diariamente entrenando fútbol, entré a organizar un Modelo de las Naciones Unidas del cual ya hablé un poco en una entrada anterior. Y el proyecto me encantó; estaba fascinado de ver cómo funcionan las cosas en el mundo, de comprender más a fondo sus conflictos, y de trabajar con un equipo increíble de personas extremadamente comprometidas. Sin embargo, era demasiado para mí. Pasaba más de doce horas en el colegio, y luego llegaba a mi casa con el pendiente de hacer tareas, estudiar, trabajar en proyectos de la escuela, estar al menos un poco de tiempo con mi familia...


Entonces caí en la cuenta de que tanto trabajo estaba afectándome de verdad. Y no lo digo porque me quitara tiempo o porque me cansara (aunque estas dos cosas también eran una realidad)...es que simplemente sentía que no lo estaba haciendo por una razón que valiera la pena. En la sociedad en la que vivimos hoy, todo gira en torno a la competividad, a ser el mejor...muchas veces a costa de los demás. Y la rapidez del ritmo de mi vida y la cantidad de trabajo que la consumía estaba transformando mi manera de pensar. Por ejemplo, después de reflexionar bastante, me di cuenta de que al entrar a lo de la ONU, no pensé en la gente a la que podría ayudar, o en el trabajo que podría hacer menos pesado a otros...pensé en lo útil que sería para MI al buscar una carrera, en los puntos extras que me daría a MI. La idea de que mi trabajo es para Dios apenas recorrió mi mente fugazmente. 


Un día, teniendo un poco de paz, me di cuenta de todo lo que me estaba sucediendo y no me sentí a gusto con eso...sentí que, sin darme cuenta, me estaba sumiendo en el mundo materialista de mi alrededor, que todo giraba entorno al YO estupido, vanidoso y soberbio que soy a veces. Tenía poco tiempo para rezar, para poner mis cosas en orden, en silencio, en paz...toda la actividad que tenía me arrastraba como en un torbellino de egocentrismo que no me permitía darme realmente a los demás. Y es algo terrible. No me había percatado de la sutil tentacion que se habia ido tejiendo a mi alrededor. Había llegado a pensar (¡tonto de mí!) que tan poco tiempo libre reducía mis pecados a un mínimo, cuando en realidad estos se habian ocultado tras una manta de falsedad, se habian escondido tras las horas ininterrumpidas de trabajo. Pequé de soberbia, de creer que todo es por mí, de olvidarme de la verdadera razon por la que hago las cosas: Dios. 


Desde ese día, decidí que mi vida debería dar un giro en ese aspecto. Decidí adoptar como mío el lema de los templarios, el "Non nobis". Porque, al fin y al cabo, nada de lo que hago es para mí. Lo hago por y para Dios, también como un agradecimiento a Él por darme la vida y todo lo que tengo. Lo hago por mi familia. Por mi familia presente y, quizá, futura...es decir, mi esposa e hijos, si es que algún día merezco a alguien para casarme y si es ésta mi vocación. Lo hago por mis amigos...un poco también por el ejemplo que debo dar a todos, que es el primer paso para generar cambio. Lo hago teniendo en mente al mundo, que debe cambiar para el bien de todos. Ese cambio debe ser de todos, ¡es responsabilidad de todos! Como escribí en una entrada anterior, el egoísmo no debe de ser si siquiera una opción. Hay que pensar en los demás antes de actuar, porque sólo así lograremos cambiar. Si hay mucho trabajo, ¡qué bueno! El punto es nunca perder de vista lo esencial, lo que, como escribió Antoine de Saint-Exupéry, sólo se ve bien con el corazón. Por eso, que el lema de nuestra lucha diaria se vuelva el mismo que el de los Templarios: "Non nobis, Domine, non nobis..."

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