Cada mañana cruza el sol el umbral del horizonte
y como un soplo veloz de viento viene hacia mí tu voz,
que ha atravesado ya ese océano y aquel monte
que se erige imponente entre los dos.
Me despierta este dulce y cálido murmullo,
melodioso y con perfección de sinfonía,
que le recuerda a mi alma que es tuyo
mi pensar, mi caminar...toda la vida mía.
Tu recuerdo se posa entonces en los rincones de mi mente
e inamovible permanece allí a través del tiempo,
como en las ramas de un árbol un pajarillo inocente,
cual ancla enracinada en el mar sin contratiempo.
En ti encuentro fuerza y razón para vivir,
porque te quiero, y esto es lo que me alienta
a ser fiel al ideal que en mí hiciste surgir
y que mantiene a mi alma de ti sedienta.
Quiero darte en este día una flor,
símbolo de mi más sincera promesa.
Tómala, te ruego; tu corazón se tornó del mío usurpador
y eres de mi mente tú la tímida princesa.
Lo único que quiero es que sonrías para siempre.
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