Revolución.

Tras años de un bombardeo extraordinario de propaganda, absurda como nunca en la historia del país, el año del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución está por culminar. Nuestros dirigentes (porque llamarlos “líderes” sería un engaño) se han apropiado de esa idea para desviar nuestra atención de problemas más importantes. Y no es que desvirtúe el esfuerzo que ha hecho el presidente Calderón a lo largo de sus años de mandato, no. Ni siquiera es la culpa del pobre hombre. Pero yo pienso que no hay nadie en el país que no crea que esta “celebración” fue una exageración.

En primer lugar, yo pondría en duda el heroísmo legendario de los padres nuestra patria. No dudo que se haya necesitado valor para levantarse en armas y esfuerzo e inteligencia para mantenerse en la lucha…pero si nos ponemos a investigar un poquillo veremos que en el grito de Independencia, Miguel Hidalgo no abogaba por la muerte de todos los españoles. Sus palabras fueron: “¡Viva Fernando VI!” ¿Y él quién era? El rey de España que Napoleón había depuesto a favor de su hermano, José. Así que, si lo interpretamos más objetivamente, lo que querían “los héroes que nos dieron patria” era solamente un gobernante que reinara para Fernando VI y no para Napoleón. Eran criollos los individuos. Claro, después de un tiempo se fue materializando la idea de una nueva nación. Pero la verdad, no creo que lo hayan hecho por la libertad de los indígenas oprimidos. Más bien, pienso que el sonidito de algunas monedas en unas arcas llenas de oro para ellos solitos fue una motivación más que suficiente.

Dejando a un lado estas cuestiones, que quedarán en la conciencia de los hombres aquellos (y, quién sabe, quizá hasta sean verdad), analicemos la realidad que vemos hoy. Tanta fiesta, tantos gritos, tantos discursos…y, ¿qué libertad tenemos en realidad? Seguimos igual o peor. Que conste que esto no solo es una queja; darse cuenta y aceptar la realidad es el primer paso hacia cualquier cambio. Y además, es algo que como joven de dieciséis años con limitaciones de tiempo, dinero y poder puedo hacer para que la gente con tiempo, dinero y poder lo vea y haga algo.

El cambio, quiero agregar, empieza con la actitud. Empieza con decir (y mis amigos más cercanos entenderán esto mejor que otros, tal vez con una sonrisa) “¡México, creo en ti!” Hay que creerlo. México es un país lleno de potencial, tanto en recursos como en la capacidad de su gente. Al convivir con gente de diversos niveles socioeconómicos (casi de todos, literalmente), me he dado cuenta de que lo único que hace falta es un empujón. Hay que dar ese paso, aunque no veamos donde vamos a caer. Un poco de actitud,  porque aptitud la tenemos de sobra.

Yo, desde hoy, ya lo he dicho, y ya lo creo. Dejemos a un lado todas las cosas que no tienen importancia. Tomemos el timón del país, y cambiémoslo un poco con un esfuerzo consciente de nuestra voluntad. Hagamos que México crezca, para que cuando nosotros nos hagamos pequeños y regresemos a ser polvo, podamos al menos ver con satisfacción que el mundo que dejamos en mejor que el mundo al que llegamos.

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