De lápiz nuevo y corazón añejo.

¿Quién no se ha sentido vibrar por dentro al escuchar los versos de un buen poema? ¿Acaso habrá alguien que no se haya sentido transportado alguna vez a través del tiempo y del espacio por metáforas, rimas e hipérboles?   La belleza de un poema alza al espíritu del hombre a alturas que no puede alcanzar de otro modo. Un poema evoca sensaciones, hace reír y llorar al mismo tiempo y crea en nosotros añoranza por lo eterno.
No es que yo pretenda competir con los grandes poetas que han existido a lo largo de los siglos, pero voy dando pasos ciegamente en un mundo nuevo para mí. Les dejo este poema que escribí en mi soledad, esperando que les guste y que conmueva algún rinconcillo de sus almas:

Susurros conducido por el viento
o murmullos contenidos en el ímpetu de los ríos.
Necrópolis de sueños y esperanzas
imposibles, inalcanzables...pero míos.

Así ha permanecido mi amor por ti:
sereno, escondido, impasible...
así, pero presente todo el tiempo,
lúgubre en su inmensidad inagotable.

A través del tiempo y del espacio,
zambullido en el recuerdo de tus ojos
azules y profundos como el mar,
retirado de mis pensamientos, he visto atardeceres rojos,
mirado mil montañas y mil cielos...
E invadido de ternura y de cariño,
de ilusiones, de promesas, de canciones...
intento escribirte un verso en esta noche.

No puedo yo hacer hoy nada mejor, amor mío.
Acepta este tributo del corazón que quiere estar contigo para siempre.

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