Canción del Niño



Niño, escondite
predilecto
de mi Dios, 
soy la paja
que hoy acoge
tu cuerpecito inerme
y tu misterio
infinito.

Dios, verdadero
y eterno niño
indefenso,
soy la madera
dura en que hacen eco
los latidos de
un corazón que nace
y morirá
de Amor.

Soy tu cuna, 
el alma que
no cabe en sí
de asombro
tras haberte abierto
medio a tientas
una puerta.

Y, Niño, veo que
el secreto que compartes
con el mundo
en tus lágrimas
doradas
no halla más
que el frío oscuro
y el vacío del invierno.

¡Las estrellas y los ángeles
te anuncian!
Pero el mundo sigue
quieto, 
quieto y mudo,
¡indiferente ante la alegría
que soñabas regalarle!

Dios, mi niño:
ser, no soy
nada.
Mas anhelo por tu amor
ser la paja, la madera
de tu cuna,
¡el calor de un corazón
maravillado!

Ser trompeta 
de tu paz,
de la gloria que aguarda
impaciente su hora.
Ser esclavo,
ser testigo del amor
que rompió nuestras cadenas
con un soplo 
infantil.

Niño, mi Dios:
ser, no soy
nada.
Pero aquí, en el 
silencio de la noche
estoy 
contigo.

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