Un hombre vestido de blanco

La visita del Papa Juan Pablo II a México yace en mi memoria como un borroso recuerdo de la infancia. Apenas tengo en mi mente la imagen de una enorme multitud que grita con alegría, agitando banderas. Yo, como niño de cinco años, no entendía del todo lo que estaba pasando a mi alrededor...pero ver a un hombre vestido de blanco pasar frente a mí durante cinco segundos tuvo algo especial. Supongo que fue porque el amor que él le tenía a México, el amor que México le tiene a él y el Amor que unía todo ese día fueron por unos instantes casi tangibles. 


Vi a Benedicto XVI en la plaza de San Pedro el 25 de diciembre de 2007. Esta vez, con 13 años, comprendía ya lo que representaba ese hombre vestido de blanco que desde un balcón elevaba las manos en un gesto que invitaba a todos los hombres al perdón, a la justicia y a la paz. Escuché su mensaje de Navidad con la emoción de pequeño adolescente por todo mi cuerpo, con los ojos bien abiertos y con una sonrisa en los labios. De nuevo, fui testigo de cómo el Amor traspasa fronteras y es capaz de unir a miles  de personas y de guiarlas hacia un objetivo común.


Cuando supe que el Papa iba a visitar México, volvieron a mí fugazmente esos recuerdos y, feliz, me imaginé ahora como joven escuchando de nuevo un mensaje de Amor. Había deseado durante mucho tiempo ver al Papa en mi país, observar cómo, a pesar de la violencia que lo azota en algunos lugares, ese Amor del que él es testigo era capaz de reconciliarnos por unos días y de hacer que abriéramos nuestros corazones a la paz. Y me emocionaba ver cumplido ese pequeño sueño. No sabía que, en marzo de 2012, yo iba a estar en Francia.


Heme aquí, pues, cerca de Roma pero lejos del Papa, viendo fotos y videos y leyendo homilías y discursos. Dios siempre responde a nuestras preguntas y a nuestras peticiones, aunque no lo haga exactamente en la forma en la que nosotros queremos que lo haga. De lejos, estoy siendo testigo de que sí es posible unir al mundo en el Amor. Sé que he repetido muchas veces esta idea, pero estoy firmemente convencido de que, especialmente en tiempos como estos, recordar eso es un modo importante de mantenerse a flote y de no dejar que las corrientes del odio, la violencia y la intolerancia nos arrastren. Es posible unir al mundo en el Amor.


Sinceramente, me llena de tristeza ver gente que se opone (que se opuso) a la llegada del Papa a nuestro país. Manifestaciones en favor del "Estado laico", insultos en las redes sociales...a menudo la gente que exige tolerancia es la que menos tolera a quienes siguen un camino diferente al suyo. Yo no pretendo oponerme a ellos o insultarlos, no. Simplemente, me gustaría que consideren todo el panorama. ¿Acaso un Estado laico no puede recibir a un jefe de Estado, aunque éste profese otra religión? ¿Tendríamos las mismas manifestaciones si nos hubiera visitado el Dalai Lama? Vi también, por ejemplo, que muchos se ofendieron porque en la última visita de Juan Pablo II el presidente Fox besó su anillo. Yo pienso que ser el líder de un Estado laico no se opone en absoluto a profesar una religión y a respetar la dignidad que tienen otras personas. Otros se quejaban porque "nuestros impuestos" iban a ser utilizados para preparar el recibimiento del Papa. Yo respondo: ¿cómo lo saben (y, de verdad, si alguien tiene una fuente que lo afirme, muéstremela)? ¿Si Obama hubiera visitado México, no hubiera el gobierno utilizado fondos públicos para recibirlo adecuadamente? Además, pienso que es obvio que no todo el dinero que se utilizó para recibir al Papa vino de los impuestos. Hay miles de donaciones y, además, como un Estado, el Vaticano tiene también fondos para financiar el viaje del Papa. 


Muchas personas se empeñan en mirar el vaso medio vacío, en ver sólo el lado malo de las cosas. En mi opinión, todo tiene algo bueno, y la visita del Papa a México tiene muchísimas cosas buenas. Resalto, para terminar, la que es para mí la más importante: demostrarnos que es posible unir al mundo en el Amor, y que el Amor y la alegría pueden vencer cualquier oscuridad.

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