Una virtud olvidada

Hay virtudes que todo el mundo conoce, que todo el mundo quiere tener, que todo el mundo busca...hay algunas que, siendo virtudes maravillosas, han perdido un poco de su sentido por una repetición vacía y se han convertido en una especie de cliché. Como la caridad, quizá...a una virtud tan maravillosa, impresionante y heroica se le ha reducido al simple hecho de dar limosna (que sí es parte de la caridad, ¡pero no lo es todo, por Dios!). Y hay otras que son importantísimas pero que, tristemente, ya ni siquiera se han contentado en ser cliché sino que han sido prácticamente olvidadas. La prudencia, por ejemplo.


La prudencia es una virtud que rara vez es perseguida y buscada por la gente; está como en peligro de extinción. Y sin embargo, es quizá la que más agradecemos cuando se manifiesta en los demás. ¿Quién no aprecia más que ninguna otra cosa un comentario acertado al sentirse triste, preocupado o enojado? ¿Quién no agradece más una mirada de comprensión silenciosa que una letanía de palabras vacías y sin sentido en momentos similares? ¿Quién no agradece una abrazo o una caricia cuando las palabras se han vuelto superfluas? ¿Quién no prefiere ser dejado en paz cuando intenta resolver un problema a que se le acuse de haberlo causado o de no haberlo prevenido? 


Es tan difícil ser prudente a veces...y esto por varias razones. En primer lugar, porque a veces uno quiere tanto a otra persona que no sabe discernir si es mejor decirle algo o quedarse callado. En segundo lugar, porque cuando no queremos precisamente a alguien, o simplemente por un descuido inocente, nos olvidamos completamente de que esa persona también es humana, que tiene corazón y sentimientos. ¡Cuánto nos hiere ese dardo de sarcasmo que pretende inocencia! Para ser prudente basta pensar en lo que se hace y en las consecuencias de nuestras acciones, una pizca de amor y tantito sentido común. Por desgracia, a veces no sabemos amar, o nos cuesta amar...y es del conocimiento de todos que el sentido común es el menos común de los sentidos. Al fin y al cabo, sin embargo, ninguna virtud es fácil. Lo más difícil de amar es tal vez esta capacidad de saber pensar en la felicidad ajena antes que en la propia, pero es esto lo que le da al verdadero Amor su gloria. Así que lo reitero: la prudencia La prudencia es una virtud que rara vez se encuentra y que rara vez se desea; y sin embargo, es quizá la que más nos hace estar agradecidos con la gente.



Comentarios

  1. Poco se habla de la prudencia y si, efectivamente se agradece, cuando la persona es sincera en sus sentimientos, es mas lo que puede transmitir con un gesto que con una palabra, se necesita mas de las personas en su cercanía que en lo que te pueden decir, saber cuando y como ayudar y estar con una persona es una verdadera virtud. Me encanta lo que escribes. Te mando un abrazo con mucho cariño

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