El mar te llevó lejos

Te extrañaba en esos días oscuros;
porque el sol se levantaba
y con sus brillantes rayos divinos
tu rostro en el cielo dibujaba.


El viento, entre susurros y suspiros,
cantaba como música tu nombre
y me traía el eco de tus risas y tus llantos
para levantar del suelo a mi espíritu pobre.


El cielo se teñía de tu mirada
y la tierra exhalaba tu perfume,
y tras aquella montaña olvidada
se escondía tu recuerdo profundo e inerme.


Te extrañaba y te quedabas alejada.
Mis lágrimas vertidas en silencio
avivaban tu voz quieta y apagada
y acompañaban mi solitario sacrificio.


Las estrellas me formaban tu sonrisa
con su luz de plata y tierna palidez
y me arrancaban sin prisa
un sollozo de añoranza. Tu blanca tez


era la nube que flotaba por el cielo
y la espuma del lejano mar que navegabas.
Y yo esperaba, levantando por momentos el velo
que yacía entre nuestras almas lejanas...


Sonreía. Te extrañaba. Te pensaba.
Tu memoria no escapaba de mi mente,
ni un segundo de ella se alejaba:
eras en ella rumor infinito e insistente.


Y ahora has vuelto, preciosa niña mía:
y los cielos y la tierra, y los montes y los valles,
se desbandan en frenética armonía
y te cantan mis poemas, mis canciones,


y te llevan mi recuerdo y mi alegría.
Te miro un segundo que dura para siempre
y le pido a Dios que en mi vida, cada día,
pueda yo quererte y merecerte...para siempre.

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