Soledad, Utopía y Felicidad

Acabo de terminar de leer "Cien Años de Soledad", de Gabriel García Márquez. Un buen libro, en mi opinión, en cuanto a la trama se refiere. Nos relata cómo la historia de una familia, los Buendía, está ligada a la historia de un pueblo que los primeros miembros de esta estirpe fundaron, llamado Macondo. Así, las alegrías y las penas de la familia se enlazan con las prosperidades y desgracias de Macondo, hasta alcanzar el misterioso final tanto de la estirpe como del pueblo.Quizá ha sido un poco supravalorado por varios críticos y por varias personas, pero eso está a juicio de cada quien. A mí, como dije, me gustó la forma me la que se cuenta la historia, las descripciones, la caracterización de los personajes, la forma de situar la obra en un contexto histórico-social...y sin embargo, a lo largo de mi lectura no logré quitarme un sabor amargo que me dejaba el libro. Y es que me dejó pensando en dos cosas. Dos cosas buenas en realidad, pero una de ellas está plasmada en una buena forma en el libro y la otro no tanto (para mi gusto, claro).

Primero, me dejó pensando en una sociedad utópica. Al inicio, recién fundado Macondo, todo es de todos, todos los habitantes trabajan para el bien común, sin poseer realmente las propiedades y sin preocuparse por dinero, por préstamos y demás cosas que son parte de nuestra realidad hoy en día. Podrán tacharlo de comunista, tal vez, pero la mayoría de las sociedades perfectas han sido creadas así. Desde la ciudad-estado pensada por Platón en "La República", pasando por la "Utopía" de Tomás Moro hasta llegar al Macondo de García Márquez, muchos grandes pensadores han coincidido en que la mejor manera de obtener la sociedad perfecta es con este estilo en el que pocas personas conviven juntas, ayudándose mutuamente, compartiendo la tierra y el esfuerzo, sin un gobierno fijo y sin embargo gobernándose todos a la vez a través de la aceptación de un mismo código moral (yo le agregaría a esta sociedad perfecta el ingrediente de Dios). Hoy en día, muchos consideran que vivir así es imposible. Y hay que darles un poco la razón, porque seis billones de personas no pueden compartir la tierra sin más, porque el instinto humano siempre llevará a alguien a querer sobresalir a costa de los demás, porque, lamentablemente, en los corazones de muchas personas que habitan el mundo de hoy, Dios y la moral están mejor escondidos que el oro del San José de Úrsula Iguarán...Hemos vivido tantos sistemas políticos y tantas ideologías que ya no sabemos ni qué es cada cosa. Todos han tenido errores y aciertos, pero no hay ninguno perfecto. Lo perfecto, ideológicamente hablando, quizá sería una combinación de todo. Y aún así, nada valdría la pena si en cada ser humano no hubiera un compromiso firme de luchar por obtener el amor, la justicia, la paz...en el final la sociedad perfecta depende no tanto de la categoría de los políticos, sino de la coherencia de cada individuo. Aunque suene descabellado y loco, no podemos dejar de luchar por ser al menos nosotros coherentes y por obtener esa coherencia de todos los que no rodean y por tener al menos el ideal de una utopía, pues, como escribió uno de mis autores favoritos, "Sólo apuntando a la utopía alcanzará la humanidad unos niveles donde pueda empezar a respirar".

El otro punto que vino a mi mente fue el de la felicidad del hombre. Y es que en toda la mendiga novela no hay ni una sola persona que sea verdaderamente feliz. Todos viven amargados por su orgullo, o por su nostalgia, o por su locura...terminan, como el coronel Aureliano Buendía, hasta incapacitados para amar. No sé si haya sido la experiencia de vida de García Márquez, o si fue como una sutil creencia que se había infiltrado en ella y que quiso compartir con el mundo, pero, desde mi punto de vista, es una mentira total. ¡Claro que se puede ser feliz en este mundo! Como dije en una entrada anterior, el hombre siempre anda buscando su felicidad, pero la busca en los lugares inadecuados. La felicidad no viene del orgullo del coronel, ni de la amargura de Amaranta, ni de la pasión desenfrenada entre Aureliano Babilonia y (sí, aunque suene horrible) su tía, ni de un olvido de la realidad como el de José Arcado Buendía, el fundador de la estirpe....la felicidad viene del Amor y de la Verdad. El hombre está llamado a eso. Es verdad, sin embargo, que una felicidad entera no puede ser hallada en esta vida, por la simple razón de que el hombre fue creado para algo más allá. Pero sólo en la medida en que cada persona busque ese más allá (Dios) y se olvide de la insensatez, de la crueldad y de la soledad ocasional de este mundo, puede ser feliz en la vida. La felicidad de la vida no se halla con cosas de la vida, se halla al pensar en la eternidad. Pero mientras más se piensa en lo eterno, más se disfruta, se vive y se ama todo lo bueno que tiene este mundo. Como escribió C.S. Lewis: "Apunta al Cielo, y por añadidura vendrá la Tierra; apunta a la Tierra y no tendrás ninguno".

En realidad, basta con una cosa para satisfacer los dos puntos que he tratado: la coherencia con el Amor y la Verdad. Así, y sólo así, podemos obtener nuestra sociedad perfecta y nuestra perfecta felicidad. Claro, es lucha. Pero miren el encabezado del blog: "Militia est vita..."

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