Memoria, sentido, y amor

El 2010 está por llegar a su final. Para mí, ha sido un año turbulento en el que he experimentado los momentos más felices de mi vida y también los más tristes. Ahora no voy a adentrarme en detalles, pero sí puedo constatar que la alegría que he vivido este año no se compara con la de ningún otro. En otras palabras, el 2010 ha sido el mejor año de mi vida. Tal vez sea simplemente porque he vivido más y eso me permite ver las cosas desde otra perspectiva, o quizá porque he madurado por la experiencia o tal vez porque las nuevas personas que he conocido han abierto mis horizontes. De cualquier modo, he sido feliz. Plenamente. O por lo menos, tan feliz como se puede llegar a ser en esta vida (porque después de morir seremos mucho más felices…si lo merecemos, claro).

En fin, cada año, por estas fechas, empezamos a escuchar mil cosas de propósitos y tal… ¡y claro que es necesario! Yo pienso que cada año es una oportunidad de cambiar para bien. Estos días son momentos de reflexionar, de pensar de dónde venimos, en dónde estamos y hasta dónde queremos llegar. Hay que ver qué somos hoy; definir nuestra identidad.

Y es que una identidad va más allá de un nombre impreso en el acta de nacimiento o en el pasaporte...

“¿Qué es un nombre?” escribió William Shakespeare hace ya más de tres siglos. “Aquello que llamamos rosa, con cualquier otro nombre conservaría su fragancia.” La identidad de una persona no radica en su nombre, puesto que un nombre no es sino un vago grupo de sonidos que aun para personas de otra nacionalidad o de otra lengua no conserva ni el más mínimo sentido, o garabatos de tinta en un papel. No, una identidad va mucho más lejos de esto.

A mi parecer, la identidad de una persona la comprenden sus memorias, sus ideales (en otras palabras, el sentido que le da a su vida) y el amor. Sus memorias, que yacen en el pasado, son para aprender de ellas. El amor, en el presente, es para vivir. Los ideales son para el futuro, para definirnos y prepararnos para lo que la vida nos tiene preparado. Al final de este 2010, es necesario que examinemos el año en retrospectiva y que nos demos cuenta de las cosas que nos trajeron alegría, de nuestras acciones que les dieron alegría a los demás y de nuestras obras o actitudes que afectaron a los demás. Es necesario que nos planteemos lo que queremos lograr, y también que tengamos nuestros ideales bien claros para seguir con pulso firme el camino que tenemos trazado. Y es necesario también que comencemos a amar hoy mismo para poder ser felices.

La memoria es una de las cosas más preciadas que tenemos. Desde el niño recién nacido que se aferra tímida pero fuertemente a la mano que reconoce hasta el viejo que aun en el olvido de su mundo vuelve la cabeza hacia una voz que le suena conocida, la memoria y el recuerdo proveen a cada uno de una esencia particular. Estoy intentando escribir una novela, y en ella el personaje principal pierde la memoria. Por eso me he puesto a pensar en esto, en lo terrible que sería no acordarse de nada. Los recuerdos nos traen alegría en la mayoría de los casos, pero también es bueno acordarse de las cosas que hemos hecho que ofenden a otros, o de las que nos entristecen y  que parece que le quitan todo sentido a nuestra vida…porque muchas veces es cuando la vida parece tener menos sentido que encontramos el verdadero sentido de la vida.

Esto me lleva al segundo punto: el sentido, los ideales. Esto lo definí en una entrada pasada, en “Una Pizca de Ideal”. Para citarme a mí mismo, un ideal es la razón por la cual luchamos en la vida. Es algo que nos apasiona y nos aprisiona, que nos llena el alma de fuego y es algo por lo cual daríamos la vida sin titubear. Un ideal es tangible, porque inspira en la persona la voluntad de vivir. Es como una utopía, pero una utopía basada en la coherencia con la Verdad eterna. En este final del 2010, cada uno debe encontrar las cosas que lo motivan a seguir adelante, ponerse metas para alcanzar mejoras en los aspectos que nos interesan; lo repito: hay que tener los ideales bien claros para seguir con pulso firme el camino que tenemos trazado.

Por último, el amor. El amor no es un sentimiento. Y no me refiero solamente al amor entre un hombre y una mujer. También hablo de la relación entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos…El amor involucra a las capacidades que tenemos como ser humanos: inteligencia, voluntad y libertad. Amar es olvidarse de uno mismo y buscar ciegamente el bien de la persona amada. El amor debe traducirse en obras. Acabo de leer en un libro que “amar de verdad es amar en silencio, con acciones y no con palabras”. Y el amor no se debe limitar al círculo de personas que frecuentamos diariamente; nuestro amor debe ser una actitud constante de desprendimiento, de humildad y de generosidad aun con el desconocido que vemos en la calle, con el vecino que no nos agrada o con ese compañero de trabajo o de escuela que simplemente nos hace feo el día casi a propósito. Leí también en un artículo que “si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que encontrarás en los mil cruces de camino de este año que está iniciando...” así empezaremos de verdad a descubrir lo que somos y a vivir con plena felicidad. ¡Hay que atreverse a vivir!

Memoria, sentido y amor. Al iniciar este año, emprendamos la lucha para descubrir quien somos. Lo he dicho ya, y lo diré mil veces: la vida es digna de vivirse. Atrevámonos a ser, y peleemos para mejorar cada dia y poder obtener la felicidad. Les deseo lo mejor en el 2011, porque sé que pueden dar lo mejor.
       

Comentarios

  1. Puede no ser el espacio apropiado, pero, dejando a un lado el respeto humano como algo falaz, quiero decirte que es un honor, un orgullo y una aventura extraordinaria compartir este espacio que mal llamamos vida contigo. Un año lleno de bendiciones y... sigue intentándolo.
    ADVV

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